martes, 15 de marzo de 2011

lecturas

Desde que cumplí 40, llevo leídos tres libros (en orden cronológico): el mármol (César Aira), elogio de la transmisión (George Steiner) y el caballero que cayó al mar (H.C. Lewis).
En primer lugar, quiero destacar dos párrafos plenamente nitzscheanos que encontré en el mármol y en el caballero ...:
1) "Y de pronto ... ahí estaban, mis miembros de placer y de locomoción, sanos y en forma, recordándome que como estaban ellos estaban también los pies que no veía en ese momento y el pecho y los brazos y la cabeza y todos los órganos internos, y hasta los ojos que veían ... Me recordaban que lo animal en mí seguía vivo, lo biológico, la representación individual de la especie; un recordatorio de potencia de acción, una promesa de tiempo y movimiento. Fue una visión fugaz; no me demoré contemplando lo que conocía tan bien: fue el primer instante el que contó, y la sensación de íntima felicidad que persistió, sin una causa explícita, sin mucha justificación, pero persistió. Basta tan poco para alzarnos por encima del trabajo trivial y absorbente de negociar el día-a-día" (Aira).
2) "En un instante se dio cuenta de la falsedad de esa noción. Empezaba a sentir un ligero dolor en los hombros de tanto bracear. En cuanto fue consciente del esfuerzo, cambió de parecer. Nunca antes se le había ocurrido que la mente fuera un juguete del ser físico; que las convicciones estaban bien hasta que el cuerpo tenía alguna necesidad; entonces el cuerpo torcía la mente para hacer valer su voluntad. Lo único que supo fue que de pronto ya no le importaba si la buena gente del Arabella veía sus shorts azueles y amarillos. Standish quería flotar y vaya si lo haría" (H.C. Lewis).
La relación directa del cuerpo (y sus cuestiones) con las ideas (la filosofía) ... y, en definitiva, la forma de vida.

En segundo lugar, encontré este concepto interesantísimo en el restante libro:
"Pienso en la gramática en tanto que estructura de la experiencia humana, tal y como nosotros dividimos dicha experiencia, y con la que la identificamos. Por ejemplo, una lengua como el hebreo, que no conoce el pretérito indefinido ni el tiempo futuro del verbo, tal como nosotros los entendemos, presenta una concepción del universo profunda ya radicalmente diferente de la nuestra. El hecho de la colocación del verbo al final de la frase en el alemán, y espero que no se considere esto como una salida de tono, es una de las claves de la capacidad de esa lengua para la metafísica. El alemán dispone del neologismo filosófico, que mantiene un argumento en suspenso en el seno de una frase, posibilidad de la que no dispone el cartesianismo de la lengua francesa. Cada sintaxis, por otra parte, revela una relación de poder político. Quien tenía a su alcance las armas de la retórica, con una gramática muy desarrollada y sofisticada, disponía, hasta hace poco, de una ventaja política muy clara sobre quien no tenía más remedio que simplificar sus planteamientos" (Steiner).
Después de leer este párrafo, además de sentir un gran placer, se me ocurrió que la gramática podría ser como la matemática de la literatura; y, por supuesto, decidí inmediatamente que me voy a anotar (otra vez) en la carrera de letras para poder cursar la materia de gramática ... je!

Por último, en elogio ... también figura esta idea hermosa (a propósito de la escuela como lugar de parsimonia y lentitud, opuestas a la "absurda velocidad de nuestro tiempo", según Cécile Ladjali):
"Paciencia, duda, lentitud. Mire usted, como ocurre siempre, Pascal ya lo dejó dicho: 'si se consigue estar sentado en una silla, en silencio y a solas, en una habitación, es que se ha recibido una buena educación'. Es algo terriblemente difícil".
Yo no sé si recibí una buena educación (creo que se trata más que nada de conocerse a uno mismo) pero sí puedo decir que en alguna oportunidad pasé por una situación como la que describe Pascal ... y me la banqué bien.

2 comentarios:

  1. coincido plenamente con tu conclusión de que la gramática es la matemática de la literatura. Siempre pensé que el análisis sintáctico era muuuuuy parecido a las operaciones matemáticas, esas que eran con corchetes y paréntesis y de las cuales ya no recuerdo el nombre...

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  2. ¡sí!; el análisis sintáctico me en-can-ta-ba.

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